Este año celebramos el 15 aniversario de la gestión del Servicio Postadopción de Andalucía. Allá por finales del año 2003, este servicio, público y gratuito, fue pionero en varios aspectos, pero sin duda el que más ha marcado la trayectoria profesional de todo el equipo que lo integramos y el de otros profesionales a los que hemos formado es el programa de Búsqueda de Orígenes, un programa cuya finalidad es la de cubrir la necesidad de las personas adoptadas que desean conocer su pasado y su historia personal, e incluso, si es posible, contactar con sus familiares biológicos, mediante el apoyo y el asesoramiento de profesionales que les ayuden a recorrer el camino de su búsqueda. Un programa que, ante todo, nos ha permitido a los profesionales adentrarnos en el maravilloso, delicado y ambivalente mundo de los adolescentes y adultos adoptados que, en un momento de su vida, sienten la necesidad de acercarse a sus orígenes.
Desde el año 2003 hasta el pasado mes de diciembre de 2018, este servicio ha participado en un total de casi 500 procesos de búsqueda de orígenes en toda Andalucía (494 casos abiertos para ser más precisos), personas de todas las edades, circunstancias, intereses y necesidades. Sin duda, un trabajo intensísimo e interesantísimo del que es imposible hacer una completa revisión.
Cada vez son más las personas adoptadas que conocen la existencia tanto de este servicio como de otros de otras comunidades autónomas que se han ido poniendo en marcha y nos permiten acompañarlas en su búsqueda interna o externa de respuestas. Pero en nuestra larga trayectoria, nos hemos encontrado numerosos casos de personas que, haciendo uso de la facilidad de obtención de información que existe en la actualidad (a través del acceso a internet y las redes sociales), han conseguido y decidido iniciar su proceso de manera autónoma, sin acompañamiento profesional y, en muchas ocasiones, sin el conocimiento y apoyo por parte de sus padres adoptivos.
Pero ¿por qué es importante el acompañamiento en el proceso de búsqueda de orígenes? Básicamente, porque es un proceso que genera múltiples emociones en las partes implicadas (adoptado, familia adoptiva y familia biológica). Las personas adoptadas que deciden iniciar esta búsqueda lo hacen por algún motivo, con alguna intención, con algún propósito (más o menos claro o consciente) que esperan cumplir. Y éste no siempre se cumple. “Quiero saber quién es mi padre”, “quiero ponerle cara a mi madre”, “necesito tener una respuesta respecto a qué pasó”, son algunas de las cuestiones que nos plantean los adoptados. Es difícil asimilar que, un proceso tan costoso emocionalmente como éste, finalmente no dé sus frutos ni permita encontrar tantas respuestas como se pensaba. Y es que vivir sin respuestas duele. Y ese dolor es difícil de paliar en solitario.
El acompañamiento es igualmente importante porque, habitualmente, las historias que componen los adoptados en base a la información de la que disponen, o de la falta de la misma, suelen estar cargadas de tintes de idealización. “Seguro que, al vernos, nos fundimos en un gran abrazo”, “encontraré un padre o una madre a quien parecerme físicamente”, “tendré por fin un hermano/a como tal”. Y no, los años han pasado, las historias de unos y otros no han ido de la mano, y es muy frecuente que, tras finalizar un proceso de búsqueda, los adoptados reconozcan que no se esperaban que las cosas fluyeran como lo han hecho, y que eso les ha provocado sentimientos de frustración o desazón. Incluso nos hemos encontrado con algunos casos en los que la persona buscada no quiere ser partícipe de este proceso. O adoptados que, a pesar que deseaban inicialmente un encentro con la parte buscada, deciden detener éste tras la fase de intercambio de información. O bien que, una vez producido el encuentro, una de las partes desea continuar con la relación establecida y la otra, no. “Encima que soy yo quien decide buscarla, ahora ella no quiere, no entiendo por qué”, lo que puede provocar la vivencia de un nuevo abandono.
Hay que tener presente que los contextos familiares de los que provienen los y las adoptadas son maltratantes y negligentes, y que toda historia previa a la adopción parte de un abandono. Conocer, en el mejor de los casos, las causas por las que un niño/a fue retirado, y hacerlo en solitario y de la mano de los implicados (con argumentaciones que, a veces, distan mucho de la realidad, ya que se fundamentan en su particular experiencia) o de simples y fríos informes técnicos, puede resultar sumamente duro y generar sentimientos de incomprensión, inferioridad, abatimiento, etc. Porque no todos los adoptados están preparados para asimilar esa información sin un ejercicio previo de acercamiento progresivo y ajuste de expectativas. Porque toda historia previa a la adopción es dura e implica acercarse a una información potencialmente dolorosa para el adoptado.
Estos 15 años de trabajo en los procesos de búsqueda de orígenes nos han permitido acercarnos a múltiples experiencias. Y esas experiencias son las que nos permiten trabajar actualmente con las personas adoptadas que solicitan nuestro acompañamiento y nutren nuestro trabajo diario.
Trabajando un día en sesión con una chica mayor de edad que inició su proceso de búsqueda en solitario a través de las “Cartas DIXIT” (ya hablaremos otro día sobre el uso de las mismas en terapia) eligió una imagen que, para ella, tenía un significado muy importante. Reflejaba la necesidad de verse en el otro, de tener una imagen a la que parecerse, un espejo en el que reflejarse, y no poder. Un padre y una madre de aspecto desconocido pero en el que necesitaba encontrar algo de sí misma. Y nunca lo consiguió. Y eso le destrozaba el alma, a pesar de toda la información a la que había podido acceder. No sabía por qué, pero no podía quitarse esa idea de la cabeza. Y eso le aturdía en su día a día. Vino a contarlo, vino a dejarse acompañar y, sin saber por qué, la emoción en forma de lágrimas aparecía en cada sesión de acompañamiento. Nosotros le ayudamos a entenderlo.
Otro caso más, en esta ocasión de una niña de 11 años, que presentaba una gran angustia por no recordar la cara de sus padres biológicos, aquellos que le dieron la vida, y en su proceso interno e intenso de encontrar respuestas (adopción internacional con imposibilidad de identificación de datos personales para iniciar una búsqueda, ni ser el momento evolutivo adecuado), escribió un pequeño texto dedicado para ellos en una de las sesiones de terapia, texto que decía algo así:
“Queridos padres. Sólo quiero que sepáis que estoy bien y que, si pudierais verme, estaríais muy orgullosos de mí”.
Tener o no tener recuerdos, otra difícil circunstancia para los adoptados, unas veces por defecto, y otras por exceso. “¿Cómo es posible que no me acuerde de ellos?”, “mis recuerdos son muy confusos. ¿Serán reales, o tal vez rellenados con información inventada?”, “¿qué parte de lo que siento y creo que pasó fue así? ¿Cómo hago para sobrevivir sin saberlo?”.
Hubo un chico adoptado que detallaba por escrito, a modo de relato, la información que iba obteniendo en su búsqueda, las personas con las que se iba encontrando y las emociones generadas en todo su proceso de búsqueda, realizado inicialmente en solitario. Cuando este chico acudió a nuestro servicio, en principio un tanto desconfiado, fue descubriendo las bondades de compartir su historia con nosotros y permitirnos ayudarle a ordenarla no sólo cronológicamente, no sólo racionalmente. Conforme avanzaban las sesiones de intervención, aunque ya desde la primera, destacaba las profundas reflexiones a las que podía llegar con nosotros y cómo estas le hacían sentir de otra manera (no siempre mejor).
El proceso de este chico fue sumamente interesante a nivel profesional, y volvió a poner de manifiesto la pertinencia del acompañamiento especializado. Llamar puerta por puerta para encontrar coherencia a una historia supuestamente real, como él hizo. Sólo. Sin saber qué se va a encontrar. Buscando sus ojos en los ojos de otros. Vislumbrando una y otra vez una escena, un nombre, un dato, que ni tan siquiera sabe si existe en la actualidad. Amar, odiar a la misma persona. Volverla a amar. Alejarse mientras más se acerca. Querer acercarse mientras más lejos está. Encontrarse justo aquello que tanto temía. Sólo. Encontrarse a sí mismo. Sentir que es él quien, por fin, tiene las riendas de su vida, cuando realmente no es así, y siempre ha ocurrido aquello que los demás decidieron por él. Complicado asimilar en solitario.
Finalmente, os dejamos con el texto elaborado por Patri Homes, una mujer adoptada en Argentina, que ha dedicado un blog (completandomihistoria.blogspot.com) a describir sus necesidades y su experiencia en torno a la búsqueda realizada.
TENGO QUE ENCONTRARTE
Tengo que encontrarte.
En algún lugar estás, y tengo que encontrarte.
Para saber... cómo se forjó mi destino,
en qué momento decidiste darme.
Por qué.
Por qué me quedé sin vos
y te quedaste sin mí.
Tan vacías de palabras y empezamos entonces
una nueva vida, tan lejanas.
Tengo que encontrarte.
Para contarte que tuve una familia,
que ellos me hicieron conocer montañas y mares
y abrazos y besos.
Que tuve despertares dulces
y atardeceres tristes.
Que aún los tengo.
Que fui bebé y luego niña
y después adolescente
y no estabas … pero estabas tal vez en mis gestos,
tal vez, sólo tal vez, en mi manera de intentar ser.
Que, en silencio, en los rincones de mi casa,
en papeles invisibles, te buscaba.
Tengo que encontrarte.
Para contarte que tengo una familia,
que me enamoré, que me casé,
que tengo hijos, … así, como quizá fue la vida
que para mí soñaste.
Que soy feliz, pero algo falta.
Tengo que encontrarte ….
para saber, sólo saber, si logré sobrevivir
en tu corazón.
Dedicado a todos los chicos y chicas adoptados que nos permiten cada día compartir su proceso de búsqueda de orígenes, acompañarlos profesionalmente y reparar el daño emocional provocado por ello.